En una noche oscura miramos al cielo y contemplamos miles de estrellas brillando, unas con mayor potencia, otras con algunos tonos rojizos, muchas, casi todas titilan y unas pocas simplemente están allí sin movimiento aparente, sin parpadeos.
Desde pequeños nos enseñan una sencilla regla básica para saber si estamos observando una estrella o un planeta, simplemente las estrellas titilan y los planetas no, aunque esto no es del todo así, muchos planetas también titilan aunque a simple vista nos sea difícil descubrirlos, con un telescopio todo mejora, en cambio no todas las estrellas que vemos titilan, ¿os hacéis una idea de cual?, si, exacto, nuestro Sol.
Pero, si el Sol es una estrella y no la vemos titilar y algunos planetas observables con telescopio si titilan, ¿que nos hemos perdido?
El secreto reside en nuestra preciada atmósfera, en sus capas altas se producen variaciones de temperatura que alteran el indice de refracción. Se produce entonces un efecto lente, como si de minúsculos cristales se tratase comienzan con su movimiento a desplazar en todas direcciones la luz que nos llega de estos objetos lejanos, pero seguimos con la duda de porque entonces, Venus, Marte, Jupiter, Saturno… no titilan. Te explico, las estrellas, a excepción del Sol, son objetos con un tamaño en apariencia menor que estos cristales que genera la atmósfera y por lo tanto hacen que con su movimiento veamos este parpadeo, en cambio, Venus, Marte, Jupiter, Saturno, ect, tienen un tamaño aparentemente mayor que estos cristales, con lo que el movimiento de los mismos no altera de igual modo la intensidad de su luz, en algunos momentos los veremos mas brillantes que en otros, pero no con ese parpadeo aparente.
En cuando a los planetas que se pueden observar con un tamaño aparente inferior al de los cristales también tendrán este efecto de titileo.
Muchos os preguntareis si esto es así en todas partes, pues bien, pongamos de ejemplo a nuestro vecino Marte, ¿se verán allí de igual forma las estrellas y los planetas?, pues no, en Marte no se reúnen las condiciones necesarias para que su atmósfera produzca este efecto de cristales en suspensión.